Diario de un Clinic con Juan Araquistain

Por Lluis Mimó Callís

Llanars (Camprodón – Hípic Hotel)
Sábado a 28 de Marzo de 2009.
Son las 8h 30 minutos de la mañana. Yo, mi hija Helena Mimó y Marc Lobato hemos terminado de dar el pienso a nuestros caballos y nos disponemos a entrar en el restaurante que, precisamente a esta hora, abre sus puertas.
Nos dirigimos hacia la puerta despacio; puesto que no miramos donde pisamos. Estamos absortos mirando el cielo. Parece mentira, después de tantas previsiones de lluvias e incluso nieve a menos de 1000 metros de altitud, no vemos nube alguna.
Hace días que seguimos todos los partes meteorológicos y sin excepción pronosticaban mal tiempo. El mal tiempo suele acompañar todos nuestros eventos.


Desde la hípica, el valle se ensancha en dirección al Oeste y se observa una maravillosa vista de las cumbres nevadas de Vallter 2000, relucientes con un alegre brillo crepuscular debido al sol de las primeras horas de esta mañana de Marzo. Al Oeste, el valle se cierra y las cumbres de las montañas son muy próximas, pero a esta hora el sol ya las rebasa, aunque unas tenues nubes dejan verlo tímidamente.
Mientras desayunamos, los primeros en llegar son Damián Valera y Marta Berbel. En poco rato van llegando todos los demás, Pedro Blasco, Arturo Marimón y Montse Pedra. Faltan Lluís Romero, su hija Claudia Romero y Oscar Ferrer que ya advirtieron que llegarían con retraso.

Son algo más de las 9h, salimos del restaurante y en este preciso instante está cruzando la puerta de la hípica el remolque de Juan Araquistain al que acompaña su hijo J. Araquistain Jr.

¡Sorprendente!, pero en tan poco tiempo, por el Este, han ido apareciendo espesas nubes grises y oscuras junto con una cierta brisa. El sol ha desaparecido y presagian una lluvia inminente. La nieve, en las cumbres de Vallter 2000 ya no sonríe. Todo hace pensar que el buen tiempo nos ha abandonado.

Se oye un pataleo suave, pero insistente, en un remolque que acaba de llegar a la pista. Es Ramón, el gerente de la hípica, con las 10 reses. A los pocos segundos empezábamos la primera lección del clinic. Seguimos con precisión las instrucciones de J. Araquistain  y en corto espacio de tiempo, las reses estaban en el corral con los dorsales colgando de su cuello. Juan no nos da tregua alguna; y en un santiamén, habíamos montado el corral en el lado opuesto.


La siguiente instrucción fue la de ensillar los caballos. Eran algo así como las 10h cuando estábamos situados todos en la pista. Esto no es relevante, salvo que en este preciso instante empezó a llover. Primero suavemente, después y de forma gradual fue aumentando y no pararía en todo el día. Tuvimos una tregua de un par de horas para el almuerzo, pero creo que estábamos más pendientes del fuego de la chimenea que de los platos en la mesa.

Fruto de la experiencia de otras ocasiones, estábamos provistos de los clásicos y largos impermeables amarillos y castaños, lo que permitió resistir la intensa lluvia de la tarde. Los sombreros chorreando, atentos a las indicaciones de Juan y junto a las reses, era una imagen de lo más Western Open Range. En estas condiciones se comprende, que por la tarde, no hubiese ningún fotógrafo voluntario. Así que la imaginación de cada uno realice mentalmente su propia fotografía.
Seguimos íntegramente todo el programa tal y como estaba previsto. Juan Araquistain nos fue transmitiendo su saber de forma personalizada a las circunstancias de cada uno de los asistentes. En los clinics suelen asistir jinetes y caballos de nivel muy diverso; y Juan empieza por desensibilizar  los caballos de las reses;  y progresivamente va aumentando la dificultad en los distintos ejercicios para el trabajo con el ganado, incluyendo tanto los que precisan la concurrencia de ganado como aquellos que deben practicarse sin él.
Juan insiste todo lo que sea preciso en cada uno de los asistentes, sin perder nivel en el interés general para el resto. Esto es difícil; muy difícil, pero Juan tiene ilusión, voluntad y experiencia. Experiencia no sólo en dar clinics, sino también en saber recibirlos de grandes maestros, cuya lista no puedo dar porque solo conozco algunos pocos. Pero sí puedo decir algo muy interesante: Juan insistió  una y otra vez que tenemos que conseguir saber decirle al caballo lo que deseamos, a través de nuestras ayudas, las que deben ceder tan rápidamente como notemos respuesta positiva en él.  Juan dice, si el caballo no lo hace, si el caballo se equivoca… no es el caballo el que se equivoca; el que se equivoca es el jinete (un principio básico en la Doma Natural). Juan ha sabido escuchar a grandes maestros, sobre todo al recientemente fallecido Ray Hunt.

Juan consiguió que estuviésemos soportando estoicamente el mal tiempo hasta pasadas las 18h y sin perder un ápice de interés. Yo diría que incluso, absortos,  ni nos dábamos cuenta de lo copiosa que fue la lluvia.
Después de acondicionar nuestros caballos, nos cambiamos de ropa y a las 20h continuábamos la clase visionando unos videos orientados a conocer el comportamiento del ganado, que es tan importante como los movimientos que debemos ejecutar con nuestros caballos. Destacando los conceptos sobre “Línea de Contención”, “Zona de Huida y Punto de Equilibrio”. Conceptos, que entre otros, seguimos tratando durante la cena en el restaurante de la hípica a la que asistimos todos y Juan siguió impartiendo sus enseñanzas, clase teórica que no estaba en el programa y que todos agradecemos.

Domingo a 29 de Marzo de 2009


Tal y como estaba previsto en el programa del clinic, haríamos un simulacro de competición de las siguientes disciplinas: Team Penning, Team Sorting, Pleasure y Cattle Penning. Nos acompañaron en estos ejercicios Xavier Vidal, Presidente de AEETW y Javier Peralba , también miembro de esta asociación, que llegaron con sus caballos al empezar la jornada.


Hay que destacar que Juan nos mostró la habilidad para separar las reses con Three Breeze. Tan pronto cruza la línea y dirige la mirada al dorsal que tiene que separar, es sorprendente que a tan considerable distancia la res elegida se siente ya acosada.  Juan Araquistain Jr. con su yegua Txiki colaboró con su padre dando ejemplo de un buen saber.


Lo importante no era la competición en sí misma, lo importante era la práctica asistida en forma de competición. Juan corregía con sus indicaciones los errores que cometíamos así como comentaba también los aciertos. Para ello tenía que “cortar en pausa” algunos movimientos y pedir que los repitiéramos correctamente, algo así como lo de la moviola en el visionado de los partidos de futbol pero con vacas (algo más difícil…). Salió muy bien y nos lo pasamos divinamente. Todos, sin excepción, lo hicimos bien. Eso sí, cada uno a su nivel particular. Diríamos que la calificación fue como mínimo de “progresa adecuadamente”. Sin embargo la gran revelación fue  Claudia Romero, de solo 15 años de edad.

Era la primera vez que ella y su poni entraban en contacto con las reses;  mostró gran habilidad y consiguió unos tiempos envidiables,  superando los de jinetes mucho más experimentados.

Al finalizar las pruebas, lo primero fue, como corresponde, acondicionar nuestros caballos; pienso, agua y descanso. También los jinetes tuvimos nuestra comida en el restaurante del Hípic-Hotel y el reparto de los diplomas, así como también los tiempos y clasificación que obtuvimos. Los tiempos no creo procedente publicar porque creo que un clinic no es una competición; que el espíritu de un clinic reside en la asimilación de enseñanzas, más que en simples resultados de competición. Creo que nuestro mejor premio lo obtuvimos con el disfrute de unas jornadas llenas de compañerismo, compartiendo lo que es nuestra afición.


Que indudablemente adquirimos conocimientos nuevos.
Que no existen clinics iguales aunque sean impartidos por el mismo instructor.
Que en un clinic no puede aprenderse todo, pero que siempre suma y no resta.
Que quedan ganas de volver a empezar en otra ocasión, lo más próxima posible en el tiempo…

Pero tuvimos un premio extraordinario para todos; y tan extraordinario… en toda la mañana del domingo no llovió ni tan solo unas gotas, el frío quedó suavizado porque el sol no nos abandonó… eso sí que fue excepcionalmente agradable.


Después de todo esto,  quedaba la última lección, con unas precisas indicaciones de Juan “empaquetamos” las reses en una improvisada jaula triangular y sacamos los dorsales solo en dos tandas y con un tiempo envidiablemente corto. Un “diez” en coordinación de equipo.


Satisfechos de las dos jornadas, cargamos nuestras monturas en los remolques y sin más nos dirigimos cada uno a nuestros destinos.

Son las 20h y ya estoy en casa… La 7, iba sola al corral eh!… pero la 3, remolona,  llevaba la reductora puesta, no corría ni empujándola… El caballo de Montse se cayó aprisionando su pierna en el suelo, pero sin consecuencias…  Es agradable recordar… Quizá sería bueno escribirlo… EL relato debería ser más próximo a la dinámica figura de una película, que a un fotograma estático de una simple crónica… Ya se me ocurrirá algo… ¡Anda!, nos hemos olvidado de hacer la típica foto del grupo… Posiblemente tendremos fotos de cada uno de nosotros…

Bien…, que la afición nos acompañe.

Lluis Mimó Callís